Aunque muchos no conocen la razón o el motivo, el 1 de noviembre es el día del fiambre. En lo personal es una celebración a la comida pero la realidad es que la fiesta que va mucho más allá.
El día de todos los Santos es una celebración Cristiana con motivo de la santidad de todos aquellos que viven en presencia de dios hayan sido o no proclamados por la iglesia. Pero esa parte de la historia no parece ser relevante para los que sólo pensamos en los barriletes de Sumpango y el fiambre del primer día de noviembre.
Por mucho que quisiera definir al fiambre como uno sólo o defender la forma correcta de prepararlo debo ser consciente que es una tradición heredada por familia, yo sé que el mío es el mejor, así como también diría que mi madre es la mejor que existe, la opinión la comparten todos en primera persona.
El fiambre es la unión, de la familia, de amigos y en el plato, de ingredientes que de ninguna otra forma podrían estar juntos. La celebración con la familia que no está con nosotros pero que nos hizo quienes somos.
La celebración es tradicionalmente cristiana y en Guatemala es una fiesta sincretista de la tradición de oración por intercesión hacia los muertos y una celebración pagana sobre los espíritus de los mismos. Convirtiendo la visita en la ofrenda de comida, flores y aguardiente (octavos).
Para quienes no son de Guatemala, el fiambre consiste en una mezcla de verduras frescas; carnes y embutidos, conservas, caldillo y decoración. Siendo el caldillo lo más importante, pues es el vínculo de unión entre los ingredientes, la mezcla de especies, vinagre, cilantro y caldo de pollo y gallina.
En lo personal, yo prefiero mi fiambre una semana después del 1 de noviembre, cuando todos los sabores se han unido mientras las texturas diferencian cada ingrediente.
Para saber más sobre el fiambre recomiendo el libro de d’buk editores: Fiambre, Sabores y emociones, una colaboración de varios cocineros, un poco de historia y el epílogo escrito por Mirciny Moliviatis.
